lunes, 26 de agosto de 2013

EL IMÁN DE LOS LOCOS.


Soy un imán para los locos, los atraigo a todos.
Se monta cada pieza en mi taxi...


Hace un mes, se sube un muchacho de unos 40 años, poco hablador,  me da una dirección, y antes de que lleguemos me dice pare aquí ( en medio de un puente). Pensé que quería dar un paseo, aunque la noche estaba fría.

Me pagó con muchas monedas como si acabara de romper una hucha con forma de cochino como las que tiene mi nieta.

Me dió las buenas noches y lo próximo que hizo fue lanzarse desde el puente hasta la autopista.

Imagínate la nochecita tan mala que pasé, llamé a la policía y les dí la dirección del suicida, yo no iba a comerme el marrón de hablar con la familia.

Una cosa he aprendido, no vuelvo a parar a nadie en medio de un puente, ni cerca de un precipicio, ni nada que se le parezca.

Yo creo que este chico no tenía ni espíritu ni hijos, porque cuando tienes gente que depende de tí como tengo yo, esas cosas no se te pasan ni por la cabeza.
Y si no tenía hijos, coño disfruta de la vida, sin ataduras. El día que puedas comer comes y el que no, ya se te ocurrirá algo.


Ahí no queda la cosa, el jueves pasado se sube una vieja en mi taxi, que dió un tufo nada más entrar de aquí te espero, entre el perfume que llevaba y el hedor a gin tonic que destilaba, nunca mejor dicho, qué fatiguita más grande.
En cuanto se baje tendré que bajar las ventanillas y echar un poco de Ambipur, pensé.

Toda su ropa era de marca, mi señora habría apuntado que era Chanel.
Lo sabía, si llevan buena ropa, no los montes que no pagan. Eso mismo quería la señora, que la montase como si fuera un rodeo americano.

Como no tenía dinero y no entendía nada de lo que me dijo, me dió las llaves de su casa y tuve que acompañarla dando camballás.
Fue toda una odisea meterla en el ascensor, casi vomito de la peste a borrachuza aderezada con Pachuli.

Bajo el foco ví que debió ser una mujer guapa, por lo menos una reina egipcia porque con el tiempo se había convertido en la momia de Tutankhamon. Si no tenía para pagarme la carrera mucho menos para un buen cirujano plástico.

Esos tres pisos se me estaban haciendo interminables, sobre todo porque se estaba poniendo cariñosa.
"Señora, por Dios, que estoy trabajando".

Conseguí abrir la puerta de su casa después de recorrer un largo pasillo con la vieja encima, y cuando vamos a entrar nos estaba esperando el marido blandiendo el bastón como si fuera un arma.

Como la cosa no estaba para tener una tertulia como las de Balbín,con copa y cigarro, lancé a la momia sobre su eunuco y salí a correr escaleras abajo, no iba a esperar el ascensor.

Cuando llegué al coche tenía taquicardia, ya no soy ningún niño, y encima la carrera sin pagar (ninguna de las dos, la del taxi y el marathón hasta el coche).



¿Por qué a mí no me pasaba como a Ramontxu, un compañero de Bilbao que llevaba poco en el taxi, que no dejaba de trajinarse guiris en el parte de atrás, en el hotel, en un descampao o donde le pillase?

Yo creía que era una milonga suya, una bravuconada de niñato, todavía no tenía los 30, pero Antonio, uno que se jubiló el año pasado lo pilló en plena faena y lo contó en el bar donde nos reunimos mientras vienen los clientes.

Eso tenía que hacer yo, no lo de Ramontxu que ya no tengo edad, sino lo de Antonio, jubilarme.

Lo he decidido, no trabajo más. Me voy a casa a decírselo a mi señora a ver qué le parece.



Mierda de vida, mi mayor se va a separar del inútil de mi yerno, y se viene para casa con los niños.
Adiós a la jubilación. Soy como el rey pero en tieso. Hala, a seguir trabajando.

Cuidao la pinta del tío éste, veremos a ver si no me pega un navajazo y se lleva los 40 euros de la recaudación.






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